Ser Rioplatense:
Nuestro futuro
Ser Rioplatense: Nuestro futuro
Hornerito, en Argentina y Uruguay. Alonsito, en Paraguay. Joao do barro, en Brasil. Tiluchi, en Bolivia. La naturaleza siempre es más sabia que la política.
A pesar de los nombres diferentes el ave vive y prospera solo en la “cuenca del plata”. En la naturaleza la realidad y el territorio es concurrente.
Sin embargo en política es otra cosa. No es natural. No responde al territorio. Es una abstracción del poder puesta en práctica sobre el territorio.
Sin embargo, hay grietas a esa aparente realidad dictada. Ponerse a pensar en ellas hacia el futuro de una o dos generaciones, determina la diferencia entre hacer “política” y hacer “política de mierda”.
El fin del “Estado Novo”
El desarrollo del Brasil moderno inicia con las políticas implementadas por Getulio Vargas a partir de la década del ’30 del siglo pasado. Básicamente se trataba del establecimiento de un estado moderno y que implementara un sistema de equidad entre todos “los brasiles”. Así los paulistas y los mineiros dejaron de repartirse toda la torta y el progreso también llegó al sur, al nordeste, al norte y la amazonia. No es poca cosa: Getulio era rioplatense.
Ese “Estado Novo” -un anticipo del “justicialismo” argentino- de una u otra manera sostuvo la equidad y el desarrollo que Brasil como potencia. Getulio Vargas accedió como gobernante electo, pero tuvo que hacer un “golpe” para poder implementar su proyecto de equidad. Después de 80 años -y también dentro de un proceso formalmente democrático- un presidente que representa apenas -o ni más ni menos- que, al complejo paulista-fluminense, se convierte en el enterrador de la equidad, también mediante un golpe de estado.
Triunfante el golpe, Michel Temer promueve una enmienda constitucional (apodada "PEC 241") que busca limitar el aumento del gasto público al mero índice de la inflación del año anterior, como forma de reducir el déficit público y recuperar la confianza de los mercados.
Parece una medida profiláctica para una economía difícil. Sin embargo, limitar la posibilidad que el Estado tenga la posibilidad de “meter vitamina” en el organismo económico es una medida fatal para la gente concreta y a la equidad entre los distintos “brasiles”. Podrá mejorar la confianza de los mercados. Podrán tener certeza los inversores. Pero la gente concreta solo verá reducida la posibilidad de acceder a mejores condiciones de vida. Ese es el final del “Estado Novo”.
Todo esto sin tener en cuenta lo disparatado de hacer “de carácter constitucional” una medida económica, que como tal debe ser una herramienta de la política como táctica y no un principio constitutivo del estado.
Es una reforma constitucional pensada a la medida de los industriales de Sao Paulo, Minas y Manaos. El punto final para cualquier equilibrio dentro del MERCOSUR, porque cualquier inversor (del bloque o extrabloque) no dudará mucho en invertir en Brasil antes que en cualquiera de sus socios.
La primera víctima de este proceso -como siempre- es la industria automotriz argentina. Existe ya un acuerdo entre ambos países, que posibilita el libre comercio en el sector a partir del 2020. Se puso la firma en Brasilia, el 23 y 24 de junio pasado. O mejor dicho para los trabajadores de la industria automotriz, porque el bloque económico es una herramienta ideal para las empresas que de esa forma adquieren escala para su negocio regional, y surfean sobre las fronteras y los intereses nacionales.
El MERCOSUR es una construcción política del neoliberalismo de los ’90 que apunta a reescribirse con la restauración conservadora actual, sin dejar de lado su objetivo primario: beneficiar con un mercado homogéneo el giro de las empresas del bloque, nivelar para abajo pagando mano de obra más barata en Brasil y dejar a los caros obreros argentinos sin trabajo.
La restauración conservadora.
¿Qué es ser conservador? En Argentina ser conservador es querer vivir de rentas. No tener políticas productivas, no promover la industria y el mercado interno. Mantener el dólar bajo para exportar la producción primaria. Ser conservador es ser porteño y vivir de lo que entra y sale. Que el estado esté ausente y que no sea factor de equidad.
En Brasil lo mismo es todo lo contrario, pero sin equidad.
De tal forma Argentina se convierte en exportadora de capitales (y no solo de commodities). Caído el cepo, con un dólar regalado a 15 pesos los billetes para el colchón y el envío de ganancias de empresas a sus matrices en el extranjero hasta agosto ya había superado la de todo el año 2015. La fuga de divisas superó los u$s 10.200 millones, la mayor en 5 años. Para hacer frente a ese desastre se tomaron u$s 64.000 millones de deuda, lo cual representa el 15% del PBI.
Más que la prometida “lluvia de capitales” resulta un “drenaje” de divisas. Para eso tenemos un ingeniero civil de presidente… todo es cuestión de hidráulica.
La economía de los yuyos.
Brasil es el principal exportador mundial de poroto de soja, produce 97 millones de toneladas de las cuales exporta 54 millones (Estados Unidos produce 107 millones, pero solo exporta 43 millones y Argentina produce 57 millones y exporta 12). De esa cantidad los estados rioplatenses brasileños (Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná) producen el 33% de poroto. Si sumamos a la cuenta el Mato Grosso de Sul trepa al 41%.
La cuenca del plata produce en conjunto: 113 millones de toneladas de poroto de soja. Que inteligente que es el hornerito… lo que la naturaleza unifica los agentes ingleses del siglo XIX dinamitaron.
¿Hace falta hablar más? Es un solo un ejemplo de los distintos tipos de producción que la región del plata produce.
El sur también existe.
Junto con las recientes elecciones municipales de Brasil, extraviado entre las propuestas delirantes de candidatos a “vereadores” disfrazados de payaso, de Bin Laden, o de sexo dudoso tuvo lugar un plebiscito prolijamente ocultado, pero de una importancia superlativa que marca el inicio de un proceso interesante. Pero primero es necesario realizar una composición de lugar.
El sur de Brasil (el estado de Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná) fue una de las últimas regiones en incorporarse al Imperio Brasilero. Sin embargo, aún hoy su cultura es eminentemente rioplatense: gauchos, mate y una música del sertao que deriva de la mazurca y es muy parecida a nuestro chamame. Una cultura de a caballo, relacionada con la producción vacuna y el cultivo de soja, por supuesta unida física y territorialmente por los afluentes al Río de la Plata. Un pasado común fuertemente influido por el pensamiento artiguista.
La proclamación de una República Riograndense entre 1835 a 1845 y la República Juliana, también conocida como República Catarinense, dentro del territorio del actual Estado brasileño de Santa Catarina en 1839, le dan al sur una impronta de autonomía. Una autonomía que solo pudo contrarrestar el implacable ejército imperial.
Hasta mediados del siglo XX era una región relativamente despoblada y políticamente no influyente. Sin embargo, un error político del Presidente Washington Luiz allá por finales de los años 20 puso en interdicto el eje económico-político paulista-fluminense, lo que deriva en el fin de la República Vieja y el ingreso de Vargas -un fazendeiro riograndense- que funda un nuevo proceso político y social.
Ya hace un par de décadas que ese viejo pacto político se debilita. Consecuentemente el sur comienza a perder su poder de negociación política, junto con la pérdida de su líder histórico Leonel Brizola.
El sur produce mucho y sin embargo recibe poco. Por ejemplo: Rio Grande do Sul produce el 8% del PBI de Brasil con un 6 % de la población, sin embargo, recibe solo el 3% de la inversión de recurso del Estado Federal. De tal forma la autonomía del sur brasileño descansa sobre una justificación territorial, histórica, cultural y económica incontrastable.
El inefable ex presidente uruguayo Jorge Battle -que eso si, nunca se equivoca- afirmó en 2002: “Lo que nosotros deberíamos hacer, que no hemos hecho desde más o menos hace 150 años, es una especie de país independiente”, en su opinión, debían juntarse Río Grande do Sul y Uruguay, y entonces, los comerciante y productores ponerse de acuerdo para ir juntos a vender en Sao Paulo, argumentó. “Tenemos que invadir (comercialmente) el norte de Brasil junto con los riograndenses que al fin y al cabo son gauchos igual que nosotros”. En esa época era presidente… no es poca cosa.
El pasado 1° de octubre tuvo lugar un plebiscito organizado por el “Movimiento Sul Livre”, bajo el lema “o súl o meu país”. Más de 600.000 sudistas participaron del mismo. El 96% optó por la independencia.
Una posición bastante similar a los procesos de autonomía de Santa Cruz de la Sierra, Beni, Pando y Tarija en Bolivia realizados en 2008, departamentos con similitudes productivas. Y que son parte de la cuenca del Río de la Plata.
Un futuro común.
¿Cabe alguna duda que la naturaleza es más fuerte que la imposición de la política? El MERCOSUR es una imposición paulista a la nación del Rio de la Plata, no nos sirve. Sería más natural y útil a los pueblos la implementación de un “Mercado Común Rioplatense”, que potencie su producción primaria y que tenga una economía de escala para lograr una industria para el mercado interno y la exportación de excedentes.
El hornerito la tiene clara. Como la tenía clara Artigas, Rosas, Vargas y Perón., por eso es necesario que comencemos a pensar diferente. No podemos seguir siendo burros que dan vueltas a un molino que hace la harina de otros.
El futuro de unidad de los rioplatenses es irreversible. Ninguna frontera es eterna y un siglo o dos en la historia del hombre serán apenas unas páginas en los libros que se leerán en los próximos siglos. Eso sí, no se escribe historia si no se piensa en el mañana.
José Alejandro Bonacci. Presidente del Partido UNITE Santa Fe.
